A lo largo de los años, se ha reconocido que los microorganismos cumplen un papel importante en la salud digestiva. Sin embargo, su interacción en el cuerpo humano va más allá del sistema gastrointestinal. El microbioma humano (organismos benéficos presentes diferentes partes del cuerpo) alberga entre 10 y 100 billones de microbios, compuestos en gran parte por diversas bacterias, virus y hongos y sus compuestos producidos en interacción con el entorno.

A partir de investigación reciente, se han desarrollado los conceptos “eje intestino-cerebro”, “eje intestino-pulmón” y “eje intestino-piel” y otros, para explicar algunas de las interacciones de señalización bioquímica bidireccional y de comunicación neuroinmunoendocrina entre la microbiota de órganos distantes, que tiene la posibilidad de modificar respuestas fisiológicas entre sí. La disbiosis (desequilibrio de flora bacterina), está implicada en muchas enfermedades metabólicas, sistémicas y trastornos neurológicos.

El mantenimiento de un microbioma sano es crucial en la salud a largo plazo y la prevención de enfermedades crónicas e infecciosas. Incluso, se estima que la sobrepoblación de microorganismos patógenos podría estar asociada con la tumorigénesis del 15% a 20% de los diferentes tipos de cáncer. La disbiosis microbiana se ha asociado con el aumento de la proliferación de células mutadas y la producción de sustancias cancerígenas (especies reactivas de oxígeno, especies reactivas de nitrógeno, compuestos volátiles de azufre y ácidos orgánicos).

Así mismo, múltiples investigaciones han asociado la pobre calidad del microbioma con aumentos de presión arterial y el aumento de ácidos biliares en sangre, relacionados con un alto riesgo de enfermedad cardiovascular. Además de una mayor incidencia de asma, virus respiratorios, enfermedades pulmonares y la inflamación crónica de la enfermedad metabólica. Se ha identificado, que la microbiota intestinal de personas con patologías como diabetes, obesidad y arterosclerosis están colonizadas por un mayor número de baterías patógenas y presentan escasas baterías benéficas en comparación con individuos sanos.

La interacción del eje intestino-cerebro cumple un papel muy importante en los procesos neurodegenerativos así como los trastornos relacionados con el estrés, el trastorno del espectro autista, esquizofrenia, esclerosis múltiple, enfermedad de Alzheimer y enfermedad de Parkinson. Una disbiosis microbiana altera la barrera intestinal hacia la sangre, permitiendo el paso de sustancias que atraviesan la barrera cerebral induciendo a neuroinflamación y neurodegeneración. Este mismo aumento de la permeabilidad se ha asociado con la inflamación excesiva de la piel que conduce al desarrollo de acné severo en el eje intestino-piel.

El microbioma puede verse fácilmente alterado por diferentes factores exo y endógenos, como medicamentos, dieta, estado de salud, higiene y microorganismos ambientales circundantes.

Las recomendaciones para mantener un microbioma saludable es el consumo frecuente de probióticos (microorganismos benéficos) y prebióticos, entre ellos la fibra. Reducir el consumo de aditivos químicos que interactúen negativamente con las sustancias intestinales que pongan el riesgo la salud de estos microorganismos.